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REMEDIOS PALIATIVOS PARA ANGUSTIADOS

  • Psic. Valentín Pineda Gómez.
  • 24 jul 2017
  • 9 Min. de lectura

Vivimos en una época de angustia, la incertidumbre se ha vuelto una constante en la vida de todas las personas y tratamos de ponerle fin a costa del desarrollo propio, sea cognitivo o emocional. Tenemos una enorme necesidad de certezas y nos aferramos a cualquier concepto aunque esté carente de lógica y realidad y nos vamos volviendo ideáticos, coleccionistas de ideas que rayan en el absurdo, que defendemos como si fueran verdades universales comprobadas. Ya hemos superado la primera década del siglo XXI, la tecnología ha tenido un crecimiento acelerado, la aldea global es más que una idea, todos los días vivimos esta re-tribalización y no sólo por este contacto que podemos mantener con tantas y tantas personas, sino porque el pensamiento mágico se ha vuelto a apoderar de gran cantidad de la población, los gurús de la “espiritualidad” y de la superación personal gozan de mayor credibilidad que los científicos, hay una enorme deficiencia de pensamiento crítico y el animismo es la nueva vieja religión. Y esto ocurre tanto del lado positivo como del negativo, así como hay personas que buscan lo llamado luminoso, angelical, divino, también hay quienes se inclinan hacia la llamada oscuridad, el mal, lo satánico. Los medios de comunicación se han encargado de difundir ideas de este corte mágico-irracional, los programas más vistos de cualquiera de las dos televisoras del duopolio tienen secciones de horóscopos, de consejos de feng shui, de yoga y cualquiera anda de motivador pese a su nula preparación intelectual o a su incapacidad emocional. Se promueven ideas del supuesto despertar de la conciencia hasta en la televisora del estado, lo que indica que es lo que está de moda, lo que distrae la atención y, por lo tanto, funciona como pantalla que tapa una realidad que no se quiere ver, tanto a nivel personal como colectivo.

Cuando las cosas se tornan difíciles por la situación económica, la crisis de valores, la violencia generalizada, es lógico que busquemos algo en qué refugiarnos; durante siglos la religión ha tenido esta función privilegiada, pero ante el derrumbe de todas las certezas espirituales y científicas provocadas por la última revolución del pensamiento, muchas personas quedaron flotando a la deriva sin nada a qué asirse. Pero en la década de los 80’s del siglo XX surge la New Age, volteando la cabeza a oriente y sacando de contexto las enseñanzas milenarias del budismo o del taoísmo. Traspolándolas a una modernidad en donde las prácticas de estos sistemas se convierten en formas de escape de la realidad y, por lo tanto, en obstáculos mas que soluciones para tener una vida racional y emocional satisfactoria. En esta dinámica de intromisión conceptual hay una serie de ideas que se han ido metiendo en la cotidianeidad de muchas personas que se dan por sentadas sin mediar razonamiento alguno. Y precisamente en el resto del artículo trataremos las más recurrentes frases y prácticas derivadas de esas ideas. Una idea muy manoseada es esa de “como es arriba es abajo”, que hace alusión a que todo en el universo tiene correspondencias a diferentes niveles y que lo que ocurre en uno de ellos tiende a afectar a la totalidad, tal y como lo plantea la teoría de los sistemas de Bertalanfy (). Derivado de esto la gente llega a afirmar que lo que ocurre en los niveles estelar y subatómico forzosamente afecta a nuestro nivel humano. Creen que con aprenderse unos cuantos axiomas de la física cuántica o la relativista ya se puede conocer las leyes que rigen el comportamiento humano, y de estas teorías establecen leyes para el desarrollo y trascendencia de las personas. Están de acuerdo con que todo es relativo y hacen de esto una premisa absoluta, hablan de saltos cuánticos en la evolución de la consciencia, del efecto mariposa y que las oraciones colectivas pueden modificar la vibración de una ciudad. Ciertos divulgadores de la física cuántica hablan también hablan de espiritualidad y tienden un puente entre ciencia y religión, aportando una versión muy personal de lo que son esos mundos, con el efecto negativo de que lo que es planteado como metáforas se convierte en algo literal para las mentes poco iluminadas. A menudo oigo a la gente decir “si quieres conseguirlo tienes que decretarlo”. Una frase cargada de magia y de ingenuidad, como esas que se les dicen a los niños para que se porten bien, como taparse los ojos para que los problemas desaparezcan. Un decreto sólo puede ser emitido por una autoridad, y si cada quien es autoridad para sí mismo tenemos derecho a emitirlo, pero alguien debe acatar el mandato, y en el caso planteado eso sólo le corresponde a cada quien, no hay nada fuera de nosotros que lo tenga que cumplir porque cada uno es su propio regente. Con esto quiero decir que no hay un universo que tenga que hacernos caso cuando decretamos algo, no hay un poder divino que caiga rendido a nuestras órdenes. Sólo somos nosotros, sólo depende de nosotros, de las decisiones que tomemos y de qué tan realistas sean éstas. Podemos desear tener un millón de pesos, pero no podemos encargárselo al universo como muchos de los gurús-newage plantean, podemos decidir trabajar duro, hacer una buena promoción, contar con buenos asociados que aporten recursos, o mínimo comprar un billete de lotería. Puedo decretar sobre mí, sobre mis acciones para realizar un deseo y esto es cosa de voluntad, de un buen proceso de raciocinio y de mucha pasión para hacer las cosas que nos proponemos. Es cuestión de actitud, no de magia ocultista. En este orden de ideas nos encontramos con Paulo Coelho, quien popularizó la frase “el universo conspira”, argumentando que basta con que deseemos algo para que toda la energía de ese universo nos procure la realización del sueño. Y mucha gente lo repite pero no lo razona. Somos una insignificante mota de polvo en el Cosmos, todos deseamos con diferentes grados de pasión, algunas veces los deseos de unos se contraponen con los de otros, incluso si se trata de buenos deseos que no afectan a terceros en apariencia. ¿Cuál es la razón o la des razón por la que sólo a mi me tenga que escuchar ese poder superior? ¿Por qué solo a algunos, los sintonizados, se les escucha? ¿Si a alguien no se le hace caso es porque es más tonto o malvado? Hay personas que dicen que estas “leyes” funcionan porque han puesto en práctica el poder de la intención, el pensamiento positivo, les ha resultado y hablan de ello. Sin embargo cabe mencionar que el pensamiento es selectivo, que filtra información para ajustar las vivencias a las expectativas que se tienen. Y por este proceso de filtraje deja de verse lo que contradice las creencias actuales. El problema se presenta cuando la negación impide ver cómo las decisiones que toman, basadas en estas premisas, a la larga tienen resultados frustrantes y comienzan a renegar de aquello que defendieron tan vehementemente en el pasado.

Otra frase que oigo a menudo, y a veces también yo decía es “las cosas pasan por algo”. Una idea que tranquiliza mucho a la gente, ya que lo que sea que haya ocurrido tiene una justificación, que fue lo único debía ocurrir. Esto genera flojera, negligencia y pasividad. Decir esta frase es hablar con cierto grado de verdad: claro que todo pasa por algo, por sus antecedentes inmediatos y mediatos, por todo un devenir que puso las cosas tal y como se encuentran en este momento. Ej. Si pierdo dinero fue porque no fui cuidadoso. En cambio, la manera en que se suele utilizar esta frase actualmente es engañosa, le han cambiado una preposición y de ser causalista se ha vuelto finalista, ahora “las cosas pasan para algo”, como si todo el sentido de lo que nos ocurre tuviera que ser hallado forzosamente en el futuro. “Si me abandona mi pareja es porque estoy destinado a terminar con alguien mucho mejor que la anterior” es una falacia esférica, no hay por dónde encontrarle veracidad a esta frase que a veces la gente llega a decirse para mitigar la frustración y el dolor del abandono o la traición. Creer en esto es pensar que invisibles hilos se están moviendo y nos están conduciendo, sin que nos demos cuenta, a un resultado que, dicen, será conveniente para nosotros. ¿Por qué el universo se interesa tanto en que seamos felices?, ¿por qué seguimos adoptando esa postura de niños indefensos que necesitan de su mamá? Otros afirman que las cosas pasan para que aprendamos, pero también es falso. La verdad es que ya ocurrieron y nada de lo que hagamos podrá quitarnos esa experiencia, lo único que nos queda por hacer es tratar de sacar algún provecho de ese imponderable. Aprendemos de lo que pasa y así sabemos cómo reaccionar en circunstancias similares en un tiempo que aún no se presenta. Si es así el provecho lo obtendremos en un futuro posible y realista, pero no como una predestinación que hace que me vaya mal para que después me vaya bien. Reitero es cuestión de las decisiones que tomamos y de la actitud que adoptamos ante los acontecimientos. Una palabra interesante es “sincrodestino” acuñada por Deepak Chopra (2003) para referir a la idea de que podemos determinar nuestro futuro. La gente suele usarla intercambiando su significado con el más auténtico de “sincronicidad”, que es la ocurrencia de eventos aislados, pero semejantes en cuanto al sentido, en un periodo de tiempo significativo (Jung, 2004). Y con esta deformación las personas terminan repitiendo, también sin mediar raciocinio complejo, “no hay casualidades, sino causalidades”. Dudo que sepan realmente lo que están diciendo. Todo tiene una causa, es verdad, pero ella tiene poco que ver con un plan maestro, sólo es algo que ocurrió como una lluvia que hace que un hombre se refugie bajo una marquesina donde conoce a una mujer a la que luego invita a salir y pasados unos meses termina casándose con ella. Hubo un hecho por el que se desató esta cadena de situaciones pero es más irracional de lo que la gente quiere creer. La sincronicidad ocurre cuando eventos provenientes de diferentes cadenas causales coinciden en un momento en el tiempo por el hecho de que una persona les aporta un sentido similar o idéntico, lo que hace parecer que se trata de algo misterioso, y lo es por el hecho de que desconocemos por qué se producen estas coincidencias. Una coincidencia es la ocurrencia de dos o más situaciones, relacionadas a en nuestra subjetividad, al mismo tiempo. Prácticamente lo mismo que la sincronicidad. Pero los seguidores de las modernas tendencias “espirituales” dicen que las coincidencias no existen, y de vuelta estamos en la predestinación a causa de un poder que hace las veces de titiritero cósmico. En este sentido también encontramos el concepto de Karma, una palabra en sánscrito perteneciente a la cultura y filosofía de la India que se refiere a la carga energética que nos echamos a cuestas por el hecho de hacer cosas que rompen el equilibrio de la vida, se trata de una cuenta pendiente de una vida o momento anterior que ha de pagarse en uno posterior. El budismo zen y el tibetano hablan de las maneras en las que se puede pagar y explican cómo resolver esas deudas y así quedar libres. Las personas que retoman este concepto tratan de justificar la injusticia social, las enfermedades inexplicables que aquejan a los niños, la situación de naciones enteras. Dicen que es a causa de un karma personal, familiar o hasta nacional. Cada situación que las personas no pueden comprender, que no pueden aceptar, son justificadas con esta idea. Quienes no pueden soltar a su anterior pareja afirman que son almas gemelas que tienen algo que resolver juntos desde vidas anteriores. O si un niño muere baleado en la calle pudo haber sido un asesino de infantes y ahora lo está pagando. El karma es una bonita palabra, un concepto justificador, pero no tiene que ver con lo que les pasa a hombres y mujeres. Si esa persona no puede olvidar a su pareja tiene que ver más con una dependencia mórbida causada por un vínculo inseguro que con un emparejamiento de una vida anterior. Si ese niño ha muerto es porque estuvo en el lugar y tiempo equivocados o porque hizo enojar a alguien. No justifico lo que les pasó, sólo que las causas de estos resultados tienen que ver con decisiones y actitudes… otra vez. Todas estas ideas son muy interesantes pero no tienen fundamento racional, más bien son adoptadas porque la gente necesita dónde refugiarse de la terrible realidad. Confiarle todo a ese universo es más fácil y cómodo, pero evita que nos hagamos responsables de nuestra propia vida, de las consecuencias de nuestras decisiones. Lo malo es que los defensores de estas teorías argumentan que las ciencias físicas apoyan estas conclusiones, pero no es cierto. La teoría de la relatividad habla de la relación entre materia, tiempo y espacio, los efectos psicológicos de esta los estudia la psicología, no la astrología o el budismo. La cuántica no explica nada sobre el karma o la curación espontánea, solo investiga acerca del comportamiento de las partículas subatómicas, de la duración del tiempo y de las posibilidades de otras dimensiones. Nada dice a cerca de que sea pobre porque en otra vida fui despilfarrador, si acaso esto puede ser cierto es porque no administré correctamente mis bienes en esta vida, la única que tengo. Así que si quieren salir de esa angustia asfixiante ante una vida tan incierta, mejor es prestar mayor atención a lo que ocurre y lo que decidimos o buscar al profesional que puede ayudarnos a sentirnos bien nosotros mismos.


 
 
 

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