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FÚTBOL E IMPULSOS ATÁVICOS

Vivimos en un mundo globalizado donde las tendencias se marcan a través de los medios de comunicación, incluidas las redes sociales; seguramente estarán dictadas por los grandes corporativos comerciales, por las necesidades políticas de quienes se encuentran encumbrados en el poder, lo relevante del caso es que no se está inventando nada nuevo, la gente reacciona a favor o en contra más allá de los intereses humanitarios o de grupo, resulta que cuando respondemos a uno de estos llamados colectivos somos impulsados por lo más atávico que hay dentro de nosotros, por algo programado en el inconsciente a lo largo de todo nuestro desarrollo filogenético. Y es justo esta visión la que utilizaré para interpretar el fenómeno del fanatismo futbolero y lo que se desarrolla alrededor de él. Ya para no entrar en controversias de una vez aclaro que excluiré todo tipo de sesgo politiquero, que para ello ya hay muchos despotricando en contra de las maniobras manipuladoras que distraen la mente de los aficionados de no sé cuánta cosa. El ser humano no apareció de la nada, de su largo devenir se puede comprender cualquiera de nuestras conductas y predilecciones, y la que nos ocupa: el futbol en particular, y en general todos los deportes de conjunto, provienen de aquellos tiempos en que los hombres se ocupaban de las rudas labores de caza y defensa de la comunidad, mientras que las mujeres organizaban la vida doméstica de la misma. Así que imaginemos a estos machos demostrando a sus iguales de lo que eran capaces, obteniendo trofeos por sus logros y utilizando esto como signos de su virilidad. En esa época las hembras se fijaban en estas dotes ya que de esta manera se intentaba asegurar la perpetuación de estos rasgos para posibilitar la supervivencia del clan por lo menos una generación más. Esto es un mecanismo biológico más que un constructo social, y por lo tanto es algo latente en cualquier miembro de nuestra especie humana, poseedora aún de vestigios de la instintividad animal.


Cuando los hombres inventaron la guerra la necesidad de protección creció y esta función también fue asumida por los machos de la especie, y aunque la dinámica cambió su nivel de dramatismo siguió sirviendo para demostrar quién de los guerreros merecía más honores, incluida la admiración de sus pares y el deseo de las mujeres. En la caza y en la guerra los hombres deseaban destacarse, y el premio siempre ha sido la preservación de su linaje. La sociedad humana fue evolucionando, pero muchos de estos aspectos atávicos permanecieron en el inconsciente colectivo y ahí siguen de forma discreta, hasta que se activa cierta necesidad en una persona o en un grupo de ellas y entonces surge un sentimiento grupal que identifica a aquellos en los que se exacerba. Y es lo que pasa en estos deportes de conjunto. Pero hablemos específicamente de futbol. Lo de ser “pambolero” no es solo cosa de cada cuatro años, más bien es algo que se mantiene en el corazón de los aficionados todo el tiempo, desde que comienzan a ser conscientes y empiezan a portar la playera del equipo favorito del papá y de los tíos, es ahí donde se empieza a conformar ese deseo de pertenecer a una afición, por ver el orgullo de los mayores, la pasión con que corean los goles, el odio con que injurian al árbitro. Esto no es algo que se pueda aprender de la noche que la mañana, es algo que se va modelando, por lo que tiene mucho de aprendizaje social, pero en definitiva ese aprendizaje no es algo que se escriba sobre una tabla rasa, más bien es una tendencia que todos llevamos incorporada y, si bien no está encriptada en los genes, sí forma parte de nuestro bagaje cultural y activa los atavismos de la lucha por la supervivencia, tan viejos como los primeros vertebrados. Todas las personas escuchamos ese llamado del clan, los hombres se van de juerga y las mujeres a bailar. Se presumen las propias habilidades, los trofeos conseguidos, las técnicas de seducción y en cuestiones de futbol se disuelven las diferencias o se enconan aún más. Pero si se trata de la selección mexicana, en nuestro caso, el fervor nacional se exalta mucho más que durante las festividades patrias y absolutamente nadie queda indiferente ya sea que ataquen y critiquen o que elogien al equipo; pero igual están aquellos que se burlan de las conductas ritualistas de los aficionados, de su pasión exacerbada por la camiseta. El futbol es una representación de esas batallas que se libraban en la antigüedad: hay un campo de batalla, dos ejércitos enemigos, el deseo de apoderarse de algo preciado, hay estrategias de ataque y defensa, se busca vulnerar el frente contrario, hay reglas marciales para no excederse. Pero sobre todo hay un pueblo que tiene plena confianza en sus guerreros, y sisé tos ganan aquel conocerá la gloria y se sabrá perteneciente a una estirpe de verdaderos hombres… y mujeres. De un tiempo a la fecha las mujeres se han involucrado en este entramado dinámico de gritos de guerra, de coros furiosos y de verdaderas proezas a nivel de cancha. Han surgido ligas femeniles en casi todo el mundo y las mujeres han reclamado un sitio en un mundo que era casi exclusivo de los hombres. Y este hecho constata que la tendencia a involucrarse en estas reyertas lúdicas no es privativa de un solo género, que el espíritu de competencia está presente en nuestra especie desde su aparición. Se trata pues de una actualización de la supervivencia del más fuerte sublimada, sin las consecuencias catastróficas de pérdidas humanas, salvo en aquellas ocasiones históricas donde la pasión se desbordó provocando miles de muertos y heridos hasta la fecha. Y hay quienes se han de preguntar por qué no se erradica esa práctica si es tan riesgosa, y la verdad es que la pregunta en sí misma resultaría improcedente, sería como preguntar por qué se nos antoja comer algo que sabemos que nos podría hacer daño. Cualquier aficionado contestaría simplemente porque nos gusta, porque está arraigado en el pecho, en el inconsciente. Si eres de aquello(as) que ven en los aficionados sólo gorilas cargados de testosterona, te sugeriría que mires de nuevo, seguro verás a más de una mujer, tal vez a algunos más se destaquen por poseer cualidades intelectuales o sociales que te parecen significativas; tómate otro segundo, sin temor a equivocarme hay alguien a quien quieres también corea el gol de su equipo favorito; obsérvate a ti, muy posiblemente algún grupo muscular tuyo se tensa cuando el otro equipo está cerca de hacer”nos” un gol. Piensa ¿qué perdiste al hacer este ejercicio?, ¿cuánta comprensión ganaste? Como ya dije, si no es el futbol seguro será bailar en un antro, o ir de compras con las amigas, o darte cuenta que tu hipótesis fue aceptada mientras que la de tu colega rechazada, ¿sientes ese pinchazo en la boca del estómago? Créeme, es básicamente lo mismo… Así que agarra tu plato de nachos, ponte tu camiseta verde o roja y que no te dé vergüenza decir “sí se puede”. Cuando acabe el sueño regresarás a tu vida de siempre, ni más pobre ni más rico, satisfecho de haber compartido con esa masa anónima por unos cuantos días un solo deseo, que México juegue el quinto partido al menos, compartiste ese sentimiento colectivo, te conectaste con esa parte primitiva, que no se ha ido y nunca se irá. Psic. Vlentín Pineda Gómez Al regresar, ahí seguirá el país, igual de hipotecado, más cascado, total si hay vida siempre podrás hacer algo por salir adelante y arreglar tus problemas.


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