DE PRÍNCIPES Y PRINCESAS A HÉROES Y HEROÍNAS
En los últimos años se ha podido constatar un desplazamiento de las preferencias de hombres y mujeres en cuanto a modelos de vida: antes eran los vagabundos, los príncipes y las princesas de cuentos de hadas, principalmente el estilo tan promovido por Disney; ahora son los guerreros, las heroínas –ahora también explotado por Disney- que salvan el día sin la ayuda del género contrario, o más bien, a pesar del mismo. Y de esta manera también se ha modificado el discurso de una cultura emergente que afirma su independencia con respecto al otro género que descalifica los comportamientos tradicionales, que ve mal a aquellos que no se empoderen ante sus parejas, ante sus padres y hermanos. También están los modelos de líderes emprendedores, pero de estos no hablaré en esta ocasión. He tenido la oportunidad de mujeres que se declaran abiertamente guerreras, luchadoras de la vida, que manejan un doble discurso: por un lado, cuando hablan de sí mismas o de las mujeres en general se refieren a su capacidad de salir adelante en las adversidades, de lo “fregonas” que son ellas; por otra parte al referirse a los hombre los tachan como la causa de todos sus males, la causa por la que tuvieron que volverse guerreras. Si lo vemos ambos discursos se retroalimentan y mantienen una escisión de género, estableciendo un campo de batalla en el que todos perdemos. También he visto a hombres que son verdaderos tiranos pero que creen que hacen lo mejor por “sus” mujeres, que se quejan de ellas porque se han ido alejando, porque son más independientes, pero no hacen nada para demostrar que pueden convivir en condiciones de igualdad hacia sus parejas. Y hay hombres que optan por una vida separada, sin mayor compromiso, hedonistas que no desean más que lo cómodo de un encuentro casual: niños eternos sin deseos de ir más allá en el reino de la adultez. Estos hombre también quieren ser guerreros y salvar damas en apuros, obtener un pago y salir de ahí… más bien parecen mercenarios, pero se llaman a sí mismo heroicos. Es verdad que hay que combatir las ideas machistas, la misoginia, la desigualdad de género, la intolerancia a lo diferente, el problema es que solemos convertir al otro en el problema, y no es así, son sus ideas, su educación, eso es lo que hay que arreglar.
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Una vez que alguien, hombre o mujer, se asienta en el papel de guerrero programa el tipo de decisiones que habrá de tomar, el estilo de relaciones que sostendrá y un destino al que habrá de llegar. Un guerrero –o guerrera- estará constantemente en estado de emergencia, dispuesto a atacar o a huir, y esto será bueno cuando las condiciones del medio se tornen hostiles, sin embargo, parece que quien se adjudica el adjetivo de guerrero suele mantenerse la mayor parte del tiempo con la expectativa de un posible ataque, el cuerpo tenso, la mirada escudriñante, como queriendo descubrir de dónde vendrá el golpe o la mentira que se esconde. Esto es neurosis, es deformar la realidad para que se ajuste a aquello que se ha aprendido en la vida, es creer que las experiencias anteriores son el referente de las que están por llegar, como si no hubiera más posibilidades. El guerrero siempre tiene la espada a la mano, algunos ni siquiera se quitan la armadura, siempre está en movimiento, tiene muchos enemigos, a veces es traicionado, no encuentra reposo, si está destinado a ser consecuente con su rol nunca podrá aspirar a la jubilación. Harvey, el personaje de la película “Batman, el caballero de la noche” dice que se muere siendo un héroe o se vive lo suficiente hasta convertirse en un villano. Así los que han adoptado este arquetipo se identifican con el destino de los héroes de la mitología o los superhéroes de los cómics, siempre solitarios, sin tiempo para atender tareas menores, y lo complicado se presenta cunado alguno llega a considerar a los propios hijos como una de estas tareas intrascendentes. Conozco personas que en aras de su desarrollo personal o profesional dejan a los hijos encargados con alguien más, tal vez con el pretexto de que a la larga ellos lo van a agradecer porque tendrán una mamá o papá más integrados. Y claro que un hijo merece unos padres completos, pero dejarlos para ir en pos de esa completud es tan irresponsable como no hacer absolutamente nada por ellos. En el inconsciente se asientan estas historias y desde ahí dirigen la vida, determinan nuestro modo de resolver los conflictos. Ahora imaginen cómo estos mitos y estas películas de superhéroes, de destinos solitarios, afectan a quienes quieren encarnar al guerrero que algún merolico les dijo que existe dentro de ellos. Hoy muchos optan por la soltería tal vez por este motivo, porque si queremos ser heroicos no podemos cargar con la responsabilidad que entraña tener un trabajo estable, una familia por la cual responder, una pareja con la cual comprometerse, así hay menos compromiso, familias más endebles, falta de identidad, confusión de roles, inestabilidad emocional puesto que ninguno de esos personajes que sirven como modelos han tenido un final feliz, ninguno ha encontrado la paz y quien lo consiguió fue porque renunció a esa pesada tarea. Es lamentable que caigamos en las redes de un arquetipo y nos dejemos poseer por él, el del guerrero tiene su propia agenda y muchas veces esta irá en contra de los planes que establece quien es poseído: acaba haciendo lo que no quiere, alejándose de sus metas más preciadas. Por esto es que muchos se quejan de soledad, y por lo mismo muchos tratan de justificar su andar errático diciendo que prefieren estar solos que mal acompañados. No hablan ellos, no habla su corazón, sino el arquetipo que los domina, que se ha convertido en complejo autónomo que casi nunca hace lo que en realidad le conviene al individuo. Mejor ser personas comunes y corrientes, con deseos, con posibilidades de realización, de necesidades, cualidades y manías. Humanos completos y complejos, ni otro calificativo es más exacto que este, ninguno tiene tanta altura ni tanta profundidad.